En las paradas, los niños españoles
esperan los buses
acompañados de mujeres colombianas.
Los semáforos detienen a motoristas
que aspiran el humo del coche que les
precede.
Las cajeras de supermercado consiguen
cupones
que canjean por camisetas de fútbol
rojas.
Los profesores comparten los miedos
infantiles
que los infantes no contaron en casa.
Y los adultos, en general, se afanan
en incrementar una cifra que les
permita
no esperar buses de colegio.
Y, mientras, todos nos sentimos solos.
Josecho Vía
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