jueves, 28 de junio de 2018

Caminos




De la ciudad moruna 
tras las murallas viejas, 
yo contemplo la tarde silenciosa, 
a solas con mi sombra y con mi pena.

El río va corriendo,
entre sombrías huertas 
y grises olivares, 
por los alegres campos de Baeza.

Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas. 
Guadalquivir, como un alfanje roto 
y disperso, reluce y espejea.

Lejos los montes duermen
envueltos en la niebla, 
niebla de otoño, maternal; descansan 
las rudas moles de su ser de piedra 
en esta tibia tarde de noviembre, 
tarde piadosa, cárdena y violeta.

El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera, 
levantando en rosados torbellinos 
el polvo de la tierra. 
La luna está subiendo 
amoratada, jadeante y llena.

Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan, 
buscando los dispersos caseríos 
del valle y de la sierra. 
Caminos de los campos... 
¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!


  


Antonio Machado Ruíz

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