miércoles, 29 de agosto de 2018

Octubre





Estaba echado yo en la tierra, enfrente
del infinito campo de Castilla,
que el otoño envolvía en la amarilla
dulzura de su claro sol poniente.


Lento, el arado, paralelamente,
abría el haza oscura y la sencilla
mano abierta dejaba la semilla
en su entraña partida honradamente.

Pensé arrancarme el corazón y echarlo,
pleno de su sentir alto y profundo,
al ancho surco del terruño tierno,

a ver si con partirlo y con sembrarlo
la primavera le mostraba al mundo
el árbol puro del amor eterno.




Juan Ramón Jiménez

jueves, 28 de junio de 2018

Caminos




De la ciudad moruna 
tras las murallas viejas, 
yo contemplo la tarde silenciosa, 
a solas con mi sombra y con mi pena.

El río va corriendo,
entre sombrías huertas 
y grises olivares, 
por los alegres campos de Baeza.

Tienen las vides pámpanos dorados
sobre las rojas cepas. 
Guadalquivir, como un alfanje roto 
y disperso, reluce y espejea.

Lejos los montes duermen
envueltos en la niebla, 
niebla de otoño, maternal; descansan 
las rudas moles de su ser de piedra 
en esta tibia tarde de noviembre, 
tarde piadosa, cárdena y violeta.

El viento ha sacudido
los mustios olmos de la carretera, 
levantando en rosados torbellinos 
el polvo de la tierra. 
La luna está subiendo 
amoratada, jadeante y llena.

Los caminitos blancos
se cruzan y se alejan, 
buscando los dispersos caseríos 
del valle y de la sierra. 
Caminos de los campos... 
¡Ay, ya, no puedo caminar con ella!


  


Antonio Machado Ruíz

viernes, 6 de abril de 2018

He venido para ver



He venido para ver semblantes
amables como viejas escobas,
he venido para ver las sombras
que desde lejos me sonríen.


He venido para ver los muros
en el suelo o en pie indistintamente,
he venido para ver las cosas,
las cosas soñolientas por aquí.


He venido para ver los mares
dormidos en cestillo italiano,
he venido para ver las puertas,
el trabajo, los tejados, las virtudes
de color amarillo ya caduco.



He venido para ver la muerte
y su graciosa red de cazar mariposas,
he venido para esperarte
con los brazos un tanto en el aire,
he venido no sé por qué;
un día abrí los ojos: he venido.



Por ello quiero saludar sin insistencia
a tantas cosas más que amables:
Los amigos de color celeste,
los días de color variable,
la libertad del color de mis ojos;



Los niñitos de seda tan clara,
los entierros aburridos como piedras,
la seguridad, ese insecto
que anida en los volantes de la luz.



Adiós, dulces amantes invisibles,
siento no haber dormido en vuestros brazos.
Vine por esos besos solamente;
Guardad los labios por si vuelvo.


Luis Cernuda